Hay unos cuantos bolsos que han hecho historia y siguen siendo objeto de deseo. Pero…¿cómo surgieron?
Considerado un accesorio indispensable en la actualidad, nadie sabe con exactitud en qué momento de la historia tuvo lugar la creación del bolso. A pesar de que las primeras señas de su nacimiento datan de la Prehistoria misma, no fue hasta la Edad Media cuando empezó a usarse a juego con la vestimenta trascendiendo su simple utilidad, ya fueran ajustados a la cintura para portar monedas o a modo de bandolera.
Si en los siglos XVI y XVII las mujeres empezaron a llevar bolso debajo de las grandes faldas, los vestidos más estrechos del siglo XVIII propiciaron el surgimiento de pequeños bolsos bautizados por los ingleses como “indispensables”.
El auge de la industria textil durante la Revolución Industrial, para mi un cambio sorprendente, fomentó la fabricación de telas y patrones y la introducción del ferrocarril daba lugar al aumento de tamaño de los bolsos para que se adaptaran a las necesidades de los viajeros.
Precisamente, muchas de las marcas que conocemos hoy en día empezaron fabricando equipajes. Es el caso de Hermès o Louis Vuitton.
Hasta 1920, los bolsos podían ser pequeños, para las damas de la clase alta, o grandes, para las mujeres trabajadoras. En esta década surgían los bolsos que se llevaban debajo del brazo. La versión actual es el Pouch de Bottega Veneta.
En los 30, una buena parte de los bolsos que conocemos hoy ya estaban inventados. En 1937 Hermès inventó el Kelly, aquel bolso de mano con una estética estricta que rompía con los cánones decorativos. Eso sí, no obtuvo su popular nombre hasta que apareció colgado del brazo de Grace Kelly en 1956.
También Louis Vuitton crea el bolso de asa corta Speedy, que no es mi preferido, (el nombre es un homenaje al imparable desarrollo de los medios de transporte), inspirado en el diseño de una bolsa de viaje llamada Keepall.
Como resultado de la Segunda Guerra Mundial, en los años 40, los bolsos se hicieron más grandes y más prácticos (también consecuencia de la racionalización de los materiales).
Con el auge económico de los 50, el bolso se convirtió en un accesorio de culto: en 1955, Coco Chanel inventó el 2.55, un bolso de piel guateada con asa de cadena.
En los años finales de los 70 y gracias al movimiento feminista, resurgieron los modelos cómodos como la bandolera y detalles de hebillas y cremalleras. En 1975, Loewe creaba el Amazona, un bolso de asa corta flexible, ligero y funcional. Es un ideado para las mujeres que comenzaban a disfrutar entonces de relevancia social.
Con el aumento del consumo en los 80, es la primera vez que los bolsos simbolizan el poder adquisitivo de sus portadoras a través del logotipo.
En 1984 nació el Birkin de Hermès en honor a Jane Birkin y fruto de un encuentro casual en un avión entre Jean-Louis Dumas, entonces director artístico de la firma, y la actriz y cantante. Ésta se quejó de no encontrar un bolso en el que cupieran todas sus pertenencias.
El Lady Dior del 1995 es un regalo que Madame Bernadette Chirac, esposa del entonces primer ministro del también mítico Jacques Chirac. Ella pide a Dior un regalo único y novedoso para la princesa Diana.
Más reciente, en 1997, Silvia Venturini Fendi, heredera, diseña el Baguette: un bolso rectangular con asa corta para ser llevado bajo el brazo, de ahí su nombre, que ha protagonizado un asombroso resurgimiento tanto en el caso de las versiones vintage como en sus reediciones. 2024 sigue siendo su año.
Luego han seguido: el Saddle, de nuevo de Dior, un modelo inspirado en las sillas de montar a caballo y creado por el talento de John Galliano.
Muchos de estos diseños se han vuelto de culto, atemporales. Se han ganado una posición inamovible entre las creaciones más descaradas de los directores creativos de las marcas de lujo. Si nos quedáramos con uno sólo, aunque jamás podríamos tenerlo, ¿cuál sería tu preferido? A pensar. O, mejor dicho, a fantasear.