Es increíble lo inspiradora que resulta una foto. Es visualizar y empezar a crear. La imagen de ella, envuelta en ligeras capas de tela hasta el suelo, melena al viento, nos recuerda que, a pesar de haber inaugurado septiembre y haber asumido el viraje existencial que eso supone, todavía quedan días y noches de verano.
Y, cómo no, también muchos vestidos por lucir.
El vestido, sea cual sea su largo, es una prenda eterna. Sea primavera, verano, otoño o invierno, los vestidos son tendencia. Una temporada pone más énfasis en un cierto tejido, silueta o manga, pero basta cambiar el calzado para llevar cualquier vestido en cualquier momento.
Para llevarlos con verdadero buen gusto, la base está en guiarnos por aquello de “los opuestos se atraen”. Es decir, la formula del éxito está en combinar los vestidos más cortos con las botas más altas, los vestidos midi con las cowboy que siguen en auge esta temporada, los más románticos con los botines más conservadores.
Un vestido para enamorar, aquel corte especial, el estampado que nos resulte irresistible o el color que más nos favorece. A la hora de elegir el vestido, la gama es amplísima. Esta temporada nos dejábamos seducir por el vestido de silueta camisera, que se adapta fácilmente a cualquier tipo de cuerpo.Y lo proponía desde Prada hasta Ralph Lauren. Tampoco se dejaba atrás la tendencia que nos conquistaba el verano anterior y seguimos abrazando este año, pero reintrepretada: los vestidos de estampados de rayas. Diane von Furstenberg es la que mejor ha sabido poner en primer plano este estampado y su vestido drapeado, un éxito de ventas hasta agotarse, parece ser un vestido para toda la vida. Esta temporada conseguíamos darte un toque fresco, innovador, al añadir los complementos actuales.
De volver a los vestidos de antaño, hay clásicos atemporales que han sabido ganar la batalla con el paso del tiempo. Siguen siendo increíbles. Empezando con Valentino, sus vestidos son inconfundibles, en guipur, encaje o punto, de silueta ajustada o con falda en forma acampada. Son objeto de deseo para cualquier amante de la moda. Es cuestión de elegir el tuyo y lucirlo toda la vida.
Hace años, Max Azria, director creativo de Herve Léger, se volvía viral al crear el vestido bandage. Un vestido que se ceñía al cuerpo como una segunda piel y que resaltaba cada centímetro de la anatomía femenina. Max Azria veneraba a la mujer y, con este vestido, le otorga poder absoluto. No hubo mujer entonces que se resistiese a los encantos del vestido de Léger, éste francés de origen tunecino.
Balenciaga fue un creador de tendencias. El vestido babydoll con estética de los `60 vuelve a hacerse viral en 2019. La genialidad del modista guipuzcoano pretendía marcar la cintura y conseguir comodidad absoluta. Este vestido es uno de los iconicos modelos que están expuestos en el Museo Balenciaga en Getaria, Guipuzcoa.
Coco Chanel crea el little black dress en 1926. Este vestido pasó de ser símbolo de la jet-set a convertirse en un imprescindible en todos los armarios femeninos hasta hoy en día. Yo misma tengo el mio como fondo de armario. Coco Chanel nos dejó claro que menos es más. Es un vestido transcendental, Coco Chanel lo era.
En un desfile de moda, el baile de los tejidos es mágico. Te quedas prendado. Lo mismo que pasa en una exposición o museo. Sigo recortando la visita casual a un castillo gaditano y, en la última sala, antes de salir del castillo, había unos pocos vestidos conservados con mero cuidado. Mi emoción se había desbordado, sentía sorpresa y verdadera emoción al contemplar estos vestidos. Eran creaciones de los precursores de Givenchy, de los talleres de costura parisinos del siglo XX. Encaje negro, mangas abultadas, cuello alto. Podría entrever la mano-aprendiz del joven Givenchy.
Los vestidos para enamorar estaban haciendo historia.