Supe que había elegido el buen camino, esto de la moda, cuando, al ver mi primer vestido de Alta Costura, me había emocionado. Yo, que soy meticulosa, inquebrantable y transparente, frente a ese vestido sentí emoción. Mi atrevimiento me empuja a decir que era la vocación, que hubo alineación de estrellas, que mis habilidades, pasiones, curiosidad se estaban manifestando. Yo estaba deslumbrada.
Mi búsqueda de la autenticidad en la moda no tiene descanso. En realidad, me resulta fácil de reconocerla. La creación de un artista, de no ser auténtica, no consigue sobrevivir. De lo contrario, conquista el limite atemporal, crea furores. Se vuelve memorable.
Un director creativo, el diseñador, es un artista, un creador. No de tendencias, las tendencias son efímeras y superfluas, sino de lo atemporal.
Balmain está en boca de todos. Si hay una característica predominante en Balmain, es la diversidad.
Un jovencísimo Olivier Rousteing llegaba a coger las riendas de la marca parisina, Balmain, a sus veintiséis años. El define este concepto por su transgresión y visión rupturistas y nada tradicional. Quizás es el más joven entre los actuales directores creativos -tan solo nueve años al mando de Balmain- es el enfant terrible de la Alta Costura. Y quizás le sigue quedando tanto por aprender. Sin embargo, Olivier Rousteing ya sorprende. Ni siquiera el titán Karl Lagerfeld tenía este mérito, ya que llegaba a la casa Chanel a sus cincuenta y un años para crear hasta su último soplo. Fue el director creativo más longevo de todos los tiempos, pero no el más joven.
Muchos de los grandes de la moda tienen un rasgo común: han coqueteado con la arquitectura. Personalmente, me resulta lógico. Entender las formas, diseñar, proyectar y darle forma a un concepto. Estructuras cuyas formas encajan y desafían. Reconocer el punto de vista de la creación en un diseño.
Así se define un Balmain, como si fuera un Moneo.
Un Olivier Rousteing misteriosos y cautivante está sentado, al final de la pasarela, en una silla alta, vestido impecablemente. Tiene aire humilde y contempla la colección que el mismo ha creado. No tiene tabúes y es versátil. La colección, fruto de sus mas íntimos deseos, emana claridad. Hay ciertas claves, es una colección estructural. Resulta divertido reconocer las tendencias que hemos llevado y buscado todos: hombreras pronunciadas, sneakers, cintura marcada, estampado logomania (de remarcar que acaba de re-inventar el logotipo de Balmain por primera vez en setenta años), bermudas y un bolso hipnótico. Este visionario diseñador ha rescatado, para colaboraciones con Balmain, pesos pesados de la moda, como es Esther Cañadas. Con ello, expone una visión generacional y sus diseños son cien por cien ponibles. Rousteing, claramente, está haciendo las cosas de un modo distinto.
Olivier Roustening, éste chico mestizo que llegó a un orfanato francés con tan sólo cinco días de edad, no tiene orígenes definidos y, quizás por ello, crea un entero universo a su alrededor. Es un lienzo en blanco y puede construir. Se confiesa hedonista, desprejuiciado y exponente de la generación millennial.
Es sensual, seguro, moderno. Enfant terrible, sí. Es el joven mimado de la industria. Deslumbra. Olivier Rousteing ha recorrido, en poco tiempo, el camino para llegar a la cumbre. Ya tiene la atención de las publicaciones de referencia y apunta a crear lo todavía no inventado.
¡ Larga vida a Balmain y que la creación de Rousteing aflore en la cumbre de la elegancia parisina !